Desde
que nacemos, la música nos está acompañando constantemente a lo largo de
nuestra vida. El primer sonido que los seres humanos escuchamos es el latido
del corazón de nuestra madre; el pulso de sus latidos forman el ritmo de la
vida.
Cuando
nacemos y desde muy pequeños a los niños les encantan los sonidos que son
capaces de hacer con sus brazos y manos cuando tocan cualquier superficie u
objeto Y es que la percusión es la forma de música más
primitiva y la que surge de nosotros de forma más natural e instintiva.
Desde
chocar dos objetos hasta conseguir tocar un instrumento musical,
los beneficios de la percusión son innumerables. Los primeros, cuando
son más pequeños, es el movimiento vertical del brazo y la
intensidad del golpe, aprendiendo que pueden golpear más fuerte o más
suave. Por supuesto, el más evidente es la capacidad de coordinación, que
alcanza un gran nivel de perfección cuando los niños son más mayores y
aprenden a tocar la batería, ya que requiere del movimiento acompasado de
brazos y pies para hacer sonar el bombo y los platillos.
La percusión también estimula la atención y la
concentración y ejercita la memoria, al tener que ser capaces de
reproducir diferentes ritmos y escalas en distintas frases musicales.
A
través de cualquier instrumento de percusión los niños canalizan el estrés
y consiguen relajarse, logran transmitir sus sentimientos sin palabras, de
una forma abierta y natural, y dejan volar su creatividad y su
imaginación. La repetición y el ensayo de una misma estructura fomenta
el desarrollo de esquemas mentales y la improvisación
agiliza la rapidez mental y fomenta la iniciativa.
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